domingo, 4 de diciembre de 2011

cambios

11. Once upon a december


Y entoncés me abalancé sobre la cama. Otro largo día de examenes. Todos aprobados, o eso esperaba. Ya no quedaba mucho para que se  acabaran las clases. Incluso, cada día parecía que era el último. Aún así tenía miedo. No quería irme del colegio. Ese era mi sitio, con Zooey. Cuidando de ella, y de lo que dentro de cinco meses sería Anastacia. En fin, ya lo había hablado con Jorge y el, como era de esperar, le dijo que no iba a hacer nada y que si tenía el bebé era porque ella quería porque por su parte no pensaba mover ni un dedo sin haber sido su decisión. Un gran resumen para lo que fue una conversación de un recreo, cinco cambios de hora y mensajitos en la hora de filosofía. Idiota. Luego mucho llanto por parte de Zooey pero la primogénita Anastacia Channel ahora iba a ser mirad mía como ayuda a la vida laboral de Zooey. La niña debería llamarse Anastacia Channel Cabrera. Pero entonces destrozaría la magia de ser una niña medio inglesa como Zooey y tener solo un apellido. Bueno, al menos entre las dos decidimos el nombre. Estábamos entre Victoria, Aurora y Anastacia cuando, al día siguiente, como si fuera obra del destino, la profesora de historia comenzó a tararear la canción Once upon a december, de la película Anastacia. Descubrí el libro de filosofía y me puse a estudiar una vez más esta complicada asignatura La verdad es que me iba bien después del pequeño problema en la segunda evaluación. Estoy segura de que mi madre estaría orgullosa de mí. Lo cierto es que ahora tenía incluso menos tiempo desde que comencé a trabajar más seriamente en el McDonnald. Muchos convenientes como comida gratis, buena paga. Pero un único inconveniente pero muy anti-estético, el estar rodeada de grasas hacía que estuviera totalmente cuvierta de granos rojos y totalmente asquerosos. Me sentía como si estuviera dandome baños con grasa de vaca todos los días, y eso es claramente horrible. Hasta qué punto se habían puesto las cosas. Empecé a darme más gustos como poder ir a la peluquería y hacerle un regalo de cumpleaños a mi tía Mónica. Un collar de Byoü Brigitte no es que fuera el mejor regalo, pero almenos fue una sorpresa.
El tiempo pasó rápido. A penas era capaz de escuchar el tik-tak del reloj que estaba sobre mi mesa. Conseguí llegar a la última página del quinto capítulo. Suficiente por un día. Eran en total doce capítulos de pura teoría filosófica. Sin embargo, en tan solo un día y con mucha concentración había conseguido liquidar cinco de doce temas. En dos días era el examen final. Pero tuve que dejar de estudiar para ir a trabajar. Cogí mi grasoso uniforme y mi redecilla del pelo, los metí en la alargada mochila azul que me había comprado en un chino al empezar a trabajar y salí por la puerta. Tuve que esperar unos diez minutos a que pasara el autobus. Estando ya sentada comencé a escuchar grabaciones de otros días sobre mis lecciones de inglés. No era la mejor manera de estudiar pero sí de aprovechar el tiempo al máximo. Al fin y alcabo quedaban menos de diecisiete horas para el examen. Al llegar al trabajo me fui al vestuario para vestirme. Me puse en el último baño de todos y comencé a ponerme el uniforme. Una vez terminé, me recogí mi largo pelo en un moño y éste lo tapé con la redecilla. Me puse nuevamente los auriculares y salí a ponerle lechugas, tomates, "carne" e ingredientes secretos a las hamburguesas. Cansada ya de esta labor cuatro horas después. Puse mi huella dactilar en el registro, mi contraseña y antes de salir Francis, el encargado, me hizo parar.
- Selena lo estas haciendo muy bien. Te pondría a trabajar seis horas pero tienes que estudiar, ¿verdad?
- Realmente no, jefe. Si me deja empezar dentro de dos semanas lo haría encantada. Porque ahora realmente no puedo ya que sí tengo que estudiar para los exámenes finales.
- Selena, te pondré en uno de los puestos de atención al cliente detrás del ordenador. Si todo va bien, en dos meses quisiera probar contigo una nueva idea con respecto a los clientes. Ya verás para entonces. Por cierto, te pagaré cien euros semanales más, lo que significa que ahora cobras ochocientos. ¿Te parece bien?
- Más que bien señor, sí señor, es decir, gracias señor. - Creí que me iba a dar un hiptus ahí mismo en el medio del McDonnald. Ochocientos euros. Wow. Eso era como darle a una niña de cinco años cinco barbies en reyes.
-Adiós Selena, nos vemos mañana.
- Adiós jefe- Resoplé intentando controlar mi energía.
Mientras volvía a casa escuchando mis grabaciones de inglés pensaba que tenía que comprarme exfoliante y algo de maquillaje para tener una bonita cara para exponer al público. Me había vuelto muy superficial-pensé- pero es lo mínimo que puedo hacer después de que me pagaran ochocientos euros mensuales. Ahora más que nunca me veía preparada para dar la bienvenida a mi futura casi sobrina, Anastacia.

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