jueves, 22 de septiembre de 2011

Cambios

5.  Changing the change

-Viernes. Exactamente hace once viernes que murieron. Once. Les hecho de menos todos los días. Hoy nos dan las notas. Estoy nerviosa. Nunca calculo bien mis medias así que prefería no fiarme mucho de mis espectativas. Generalmente, lo que yo calculaba era todo por debajo de la nota que al final me ponían. Ahora nos toca con Jennette. Me imagino que traerá las calificaciones en los típicos sobres rosa decorados con flores disecadas y nuestro nombre en color azul con destellos plateados.
Dos segundos después de que Katherin saliera por la gran puerta de madera barnizada cada año, entró Jennette. Sentí como el corazón se me aceleraba junto con los de mi compañeros.
-Adrenalina.- Suspiré
-Buenos días chicos. Como ya sabéis hoy os entregaré las notas. Antes que nada tengo que daros la enorabuena. Somos la clase con menos suspensos de todo el curso. Siendo el núero final ocho. Ya os imaginaréis los de las demás clases. He de daros las gracias ante todo por el estupendo trimestre que hemos tenido. También pediros que toméis enserio a la señorita Laila y la filosofía porque, en su mayoría, los suspensos se concentran en esta asignatura. Sé que es jóven pero eso no implica que no tenga ni la menor idea de lo que dice. Ha estudiado toda una carrera durante unos cuatro años, me supongo. Así que ninguno de vosotros sabe más filosofía que ella y eso, también me incluye a mí.
- Disculpe señorita Jennette, me parece que si la señorita Laila tiene alguna clase de problema con nosotros, debería hablar con la clase en vez de decirlo en las reuniones de profesores. Creo que si nos mentalizamos igual mejoramos pero, yo no pienso cambiar hasta que no venga ella, se plante delante mío y me diga : "Raquel, ¡Silencio! Nadie habla durante mis clases".-  Me asombró lo bien que imitaba Raquel a Laila. Un acento pijo remarcado con una voz de soprano escandalosa. Por favor, no podía ser de una tesitura un poco más grabe. Seguro que me parecería menos repipi.
- Vale, lo comentaré con ella. - Siguió Jennette. - Pedro Acosta, Manuel Antón, Lisa Arias, Jorge Armas, Claudia Asecas, Lucas Bello, Andrea Batista, Selena Cabrera, Zooey Channel, Brian Díaz, Adrián Domingez, Raquel Donettello, María Enriquez, Luis Fernández, Carla García, Raúl Gómez, Alexa Hernández, María Gloria Kesenya, Mercedes López, Leo Martín, Iris Martín, Lea Massa, Pablo Nuñez, Paula Osorio, Leslie Pérez, Andrea Quintero, Juan Zurita. - Esperé a que Juan se sentara en su sitio para abrir mi sobre. Ya había gente que saltaba de alegría por haber aprobado todo. Abrí mi sobre de notas:

Lengua: 7
Latín: 6
Inglés: 7
Francés: 6
Historia Mundial: 5
Biología: 7
Matemáticas: 8
Griego: 5
T.I.C. : 5
Filosofía: 4
-¡Oh, no!- Gesticulé con los dientes apretados. Mis pensamientos se me habían disparado: - Será por lo que le dije de la mascarilla, no hay otra opción. Bueno, suspendí los controles pero eso solo suma el cuartenta. Que claro, unido con el comportamiento se forma la mitad de la nota. Yo saqué un cinco en el examen con lo que... sí. Desgraciadamente sí, me ha quedado filosofía. Es solo una. L puedo recuperar dentro de dos meses en la repesca. -  Zoeey se acercó a mí mientras lloraba en silencio con la cabeza metida entre los brazos. Primero me tocó la espalda, después abrí los brazos y nos abrazamos como si aquellas palabras, hace dos meses no hubieran salido de mi boca, como si siguiera siendo morena, como si nada de lo que nos rodeaba lo siguiera haciendo. Éramos ella y yo. Mi vida había sufrido cambios tras la muerte de mis padres y Dani, ahora estaba yendo hacia atrás, volviendo a cambiar aquello que ya había cambiado.

jueves, 15 de septiembre de 2011

Cambios

4. The flowers and the grand white piano.

Felicidad. Gracias señorita Jennette por recordarme lo que significa felicidad. Ahora mismo la estaba sintiendo. Clara mi profesora de latín nos dio los exámenes finales y había sacado un 6, ¡Un Seis! Mi nota más alta en latín desde que empezó el curso. Todo gracias a mi tutora. ¿ Por qué con ella se entendía todo mejor? Será porque el diablo sabe mas por viejo que por diablo. O eso decía mi padre. Papá, ¿tú crees que llegará un momento en el que dirán eso de mí? Después de revisar el examen diez mil veces me di cuenta de que realmente me había equivocado en un montón de conceptos, solo que esas preguntas no valían tanto como otras. En cualquier caso, la media de la asignatura me daría un cinco, al igual que la de historia contemporánea. Todavía me faltaban los exámenes de lengua, matemáticas y filosofía. En las otras asignaturas había clavado el siete de puro milagro.
 La señorita Laila entro velozmente en la clase y gritó: - ¡Todo el mundo separado, toca examen de evaluación! 
La clase, en menos de dos segundos, se convirtió en el coro del instituto, gran potencia de voz, muy mala afinación. Decidió cambiarnos de sitio sin alguna razón y dijo mientras gesticulaba:
- Leo, cámbiate por Zooey. Alexa, cámbiate por Raquel. Raúl, donde María. Felicia, por Mercedes. -Y así siguió. A mí me puso donde iba Gloria. Una chica muy rara. Llevaba gafas redondas y pequeñas con mucha graduación. Su pelo castaño oscuro y ondulado vagamente recogido con una goma de color verde. La nariz la tenía más fea que la de Barbra Streisand antes de operarse.Alta y esquelética. Era la chica sin músculos.  Y, aun no teniéndolos, era más flexible que otras muchas. Lo cual no me afectaba por que antes practicaba gimnasia deportiva. Se me podía ver de vez en cuando en la parte baja del gimnasio haciendo saltos mortales con mi profesor Ernesto. 

Laila nos colocó los exámenes encima de la mesa tan rápido que ni le dio tiempo a mirar si había apuntado algo en la mesa y, solo bajar la mirada, me di cuenta de que sí. Estaban apuntadas algunas partes de lo que había estudiado.  - Ayy madree! ¿Y qué hago yo ahora? - Busqué en mi estuche la goma. Mierda. Se me había quedado en casa. Lo intente borrar con el dedo. Nada. Tenía lápiz asi que le podía pedir a alguien la goma con la escusa que es por si acaso me equivoco ponerlo en lápiz antes y borrarlo. 
- ¿Señorita Laia, puedo pedir una goma por favor? - En seguida Felicia se giró y me pasó la suya. Laia me hechó una mirada de pocos amigos y luego sonrió muy falsamente. 
-Niña pija...- Susurré para mis adentros.
Empecé a escribir mi nombre Selena Cabrera Cruz 1ºA Bach. nº8. Usé el lápiz para contestar en algunas. Habían tres que no me sabía y pensé: -Bueno... no le voy a hacer nada a nadie por  mirarme esas chuletas... . 
Eché una ojeada y empecé a copiar las primeras respuestas. Borré lo más rápido que pude las notas a lápiz de la mesa y comencé a pasar el examen a bolígrafo. Me sentía muy mal por haber hecho trampas. -¿Qué clase de persona soy?  No estoy haciendo daño a nadie pero sí  me estoy haciendo daño a mí. Decidí borrar todo lo que había copiado de la mesa y entregué limpiamente el examen. Era miércoles y me quedaban dos exámenes más. Esperaba no equivocarme con las respuestas. Quería aprobar para poder disfrutar de uno de esos abrazos que me daba mi tía antes de lo de mi familia. El viernes empezaban las vacaciones de Semana Santa. Esta vez iba a ser todo muy diferente. Mi futuro dependía de un hilo de esas vacaciones. ¿Volvería a recuperar a mis amigas? Todos mis compañeros se iban de vacaciones a las costas tanto en Sevilla, como en Valencia, Murcia, Barcelona o, incluso, Portugal.  Sin embargo, Zooey no. Sus padres se tenían que ir a una convención en Alemania sobre "nuevas tecnologías" y, mi tía Mónica, ofreció nuestra casa para que se quedara mientras ellos disfrutaban en Berlín. A Zooey no le hizo mucha gracia pero al final lo vio como una oportunidad para revivir nuestra amistad. O, al menos,  eso fue lo que me pasó a mí. Mi casa era  muy bonita. Se trataba de un pisito en el centro de Segovia. Su estructura era antigua pero por dentro era otro mundo. Mi tía lo había decorado hacía un par de años como una casa moderna. En la entrada se encontraba una cómoda donde poníamos los recibos, facturas, revistas y nuestra documentación. Encima, siempre había un jarrón con flores que se cambiaban cada semana. A mi tía le encantaba la fauna y también la flora. Sus plantas favoritas, al igual que las mías, eran las rosas, así que solían haber más a menudo. A mano izquierda se encontraba el salón. Era amplio y pintado con un color muy similar al de las "Galletas María"  tenía un único sillón de color marrón claro y tan largo que cabíamos hasta cinco personas sentadas. Un gran televisor pantalla plana agarrado de la pared con un sistema que permitía girarlo y que se viera desde la cocina o el pasillo. Una mesa  blanca y redonda con unas esferas de madera reposadas sobre una bandeja de cerámica en medio. El mueble, hacía juego con el sillón y estaba perfectamente colocado entre la puerta del patio y un cuadro de mi tía y yo. La foto fue tomada hacia el año 1999, cuando aún no le llegaba ni  al ombligo. En el techo había una bola de disco con un hueco en medio donde iba la bombilla que iluminaba la sala. Engañoso. La primera vez que la vi pensaba que era precisamente eso pero, cuando mi tía la encendió se veía simplemente como si fuera una lámpara normal. Entrando por el pasillo, habían seis puertas. La primera era la de nuestro vestidor, lleno de armarios blancos y paredes pintadas de color rojo claro. La segunda era del cuarto de mi tía, naranja y con una cama de matrimonio. Mi tía solía decir que la tenía "por si acaso". Aunque ya me parecía que poco la iba a usar. Después se encontraba el baño de mi tía decorado con un estilo  muy retro, seguido del mío. Al fondo, estaba mi cuarto. Pintado de un color violeta claro y con huellas de manos por las paredes de color verde lechuga. Había una cama de persona y media con una colcha generalmente de color verde que acompañaba a la pared.  Una mesa que rodeaba la cama de color blanco y una silla de este mismo color. Una pequeña librería donde ponía los libros de lectura tanto míos como los de mi tía. Un armario de color blanco donde solo se guardaban las sábanas, los edredones, las mantas y la ropa de las estaciones pasadas. En el fondo de la casa a mano derecha teníamos la última habitación.  Tenía una amplia mesa de estudio con lápices, bolígrafos, rotuladores, gomas, etc. Una pequeña estantería para los libros del colegio, una guitarra eléctrica, un bajo eléctrico, un violín, un micrófono con unos cascos "heartbeats" colgados de él y, por último, un piano de cola blanca. Más bien, mí piano. Era precioso. Mi tía me lo había comprado cuando murieron mis padres con la esperanza de que me hiciera feliz. La verdad es que nunca se lo llegué a agradecer. Simplemente le sonreí vagamente y me senté a tocar la misa de Requiem de Mozart. Mi tía Mónica me enseño a tocar el piano cuando tenía apenas tres años. Nos encantaba la música. Ella sabía tocar un poco de piano, la guitarra y el violín mientras que yo tocaba el piano, estaba aprendiendo bajo y cantaba. De vez en cuando hacíamos un dueto. Yo le acompañaba al piano mientras tocaba su precioso violín marrón oscuro. También habíamos compuesto un par de canciones de guitarra con bajo. Estaba convencida de que me tenía que comprar una batería. La habitación era blanca y en ella habían pintadas notas musicales claves de sol, fa y do, algunos compases de canciones y estrofas de otras. Era simplemente magnífica. Solíamos estar ahí porque era casi lo único que hacíamos juntas. Más bien, lo único que hacía yo.  Siempre me acordaré de aquellas flores en la entrada y de aquel piano de cola blanca. 

viernes, 9 de septiembre de 2011

Cambios


3. Smile again

Al acabar la clase con la señorita Jennette, entró Laila quien medaba Filosofía. Era de tez blanca, ojos azules y pelirroja además de ser muy jóven para impartir aburridas clases sobre Nietzsche. Yo tenía dieciseis años y ella parecía mi hermana pequeña no solo por su corta estatura sino por su cara de niña que aún juega a las barbies. Además tenía pinta de ser una niña de papá. Papá, ¿Acaso era yo así? Hace diez años recuerdo que me dejaba querer. No tenía ni vergüenza ni miedo a nada. Te tenía a tí para protegerme. Cuando cumplí los siete años, me compraste una tarta gigante de barbie y una pulsera de oro. Recuerdo que probé un poquito y me gustó tanto que, la cogí y me fui corriendo al baño para encerrarme y comérmela sola. Después tuve dolor de tripa. Me reí. Hacía tiempo que no reía. Que extraña sensación. Me sentía como si hubiese estado encerrada en una crisálida y hubiera salido dos meses después sin saber que aún tenía sentimientos. Cuando me di cuenta toda la clase me estaba mirando y la profesora puso cara de desaprobación.
- Señoria, ¿se ha olvidado usted de ponerse la mascarilla anoche y yo no? Porque no entiendo por qué me mira con esa cara, ¿estoy guapa? Si quiere, al salir de clase le digo el nombre de mi nueva mascarilla.- La única respuesta que recibí fueron unos ojos de exasperación. Se notaba que estaba enfadada pero que, a la vez, sabía que no había hecho nada lo suficientemente malo para ponerme en el parte o llevarme al despacho de la directora.
- Como iba diciendo Friedrich Nietzsche, fue un filósofo, poeta, músico y filólogo alemán, considerado uno de los pensadores modernos más influyentes del siglo XIX. - Continuó la clase la señorita Laila. 
Pero, ¿dónde estaba yo? Ya me había perdido gracias a la señorita Laila. A sí. Mi séptimo cumpleaños. Lógicamente mi padre se enfadó conmigo y, al año siguiente compro una pequeña tarta del supermercado de enfrente de mi casa. Era muy amable con todos, me quería como nadie más lo hacía en este mundo e, incluso, fue la única persona capaz de hacerme sonreír cuando me caía. 
- Cariño, pobre mesa. Si tuviera sentimientos ahora mismo estaría llorando del dolor. Tienes que andar con mas cuidado. ¿Cómo puede ser que vayas por la vida dando patadas a todo? Anda ya....
- JAjajaja papi.. ¡No es mi culpa!
- A ver esa pierna... voy a ponerte una tirita de "La Cenicienta", ¿Te parece?
-¡Síííííí!
Que bien nos lo pasábamos. Se supone que las niñas prefieren estar con su madre y ponerse coquetas con sus pintalabios. Yo no. Yo prefería jugar al baloncesto con mi padre, nadar y montar en bicicleta. Todo eso antes. Ahora ya no lo tenía. De repente, ese sentimiento me recorrió el cuerpo. Se me aguaron los ojos una vez más. Me mordí el labio para no llorar y, efectivamente, funcionó. Entonces me acordé de Dani. Siempre se mordía el labio cuando intentaba no llorar o no reír. Qué gracioso era. El día de mi séptimo cumpleaños se puso a llorar porque, aunque tan solo tuviera un año, ya era consciente y quería probar mi tarta. Cuando nació pesaba cuatro kilos al igual que yo. Al menos eso me dijo mi madre. Mamá. Te hecho de menos. El día que me vino la regla por primera vez pensaba que me había hecho diarrea encima. Mi madre me dijo : 
- Lena, cariño, no creo que sea diarrea.
- Entonces, ¿qué es?
- Regla.
- ¿Cómo? ¿No se supone que las reglas son los bichos esos con los que mides las cosas y haces rayas rectas para escribir por debajo?
- Bueno, Lena creo que esto te lo debería haber explicado hace tiempo pero no lo hice perdona. - Yo no me enteraba absolutamente de nada. De hecho mi madre me dio una explicación un poco ligera y sin demasiado contenido. - La regla, menstruación o periodo, es aquello que solo es de las mujeres. Los hombres no la tienen. Viene una vez al mes y, aunque lo único que ves ahora es color marrón, dentro de más o menos un mes, vendrá otra vez de color rojo. Es el modo por el cual las mujeres nos libramos de cosas malas que hay en nuestro organismo y nos renovamos. 
-Anda que guay. 
- No era precisamente la respuesta que esperaba oir
- Bueno, me renuevo. Ahora ya no soy Lena, llámame Dunia la de la tierra de las Petunias. Jajaja. Soy una mujer nueva. Adiós a mi vida anterior. Pero, entonces, si viene una vez al mes, ¿seré mucha gente durante un año?
- No, cariño. Seguirás siendo Selena Cabrera. Solo que ahora, tienes la sangre limpia, por así decirlo.
-¡Bieeen! Sabía que yo no era una Muggle. Dime mamá: ¿Ahora vendrá Dumbledore a recogerme y a llevarme a Hogwarts?
- Selena, ¡eso es solo una película! Tráeme tu libro de Ciencias Naturales. Dios mío, que clase de cosas enseñan hoy en día a las niñas de once años. Se supone que ya debería saber lo que es todo esto. - Sí, mi madre tenía un gran defecto, hablaba con ella misma. Aunque, a veces pensaba que tenía un amigo imaginario o veía fantasmas porque, realmente, lo hacía a diario. Igualmente, en el libro no ponía absolutamente nada. - Tú espera al año que viene que seguramente lo entenderás mejor. Por ahora, ponte esto en tus bragas para no mancharlas de sangre, digo de esa cosa marrón que luego será roja. 
Aunque ya de eso hace cinco años, aún me acuerdo como si fuera ayer. Entre tanto me acordé de la promesa que le hice a la señorita Jennette. Se me había olvidado. -¿Por donde vamos, quién es ese tal nit-no-sé-qué.? Bueno, la próxima clase atenderé un poco mejor. - Inglés. Katherin. Diversión. Era la única asignatura en la que solía prestar atención. Ella nos enseñaba lo que nadie nos había dicho, aparte de que nos lo pasábamos muy bien con ella. Era estadounidense. Morena, con los ojos marrones y mulata. Se había pasado las vacaciones recorriendo Estados Unidos en una furgoneta que su padre alquilaba durante tres meses al año. Había estado en Florida, California, Texas, Montana, etc. Como a cualquier adolescente,  me encantaba Estados Unidos. Las clases erran divertidas porque, de un modo curioso, contaba su vida utilizando la gramática y el vocabulario que nos tocaba estudiar en el temario. También nos hacía escribir nuestras propias historias. Cuando las terminábamos se las pasábamos a nuestro compañero de detrás quien la leía en voz alta y las tareas solían ser las actividades propuestas en el libro además de comprensión lectora de la historia que más le gustara a la profesora de las leídas en clase. De este modo aprendí a escuchar, escribir, leer, hablar y entender en inglés. Me parecía curioso que solo tuviera un apellido. Yo estaba acostumbrada a los dos que iban detrás de cada nombre. Pero no. Ella era Katherin Greenwood. De hecho, a veces incluso nos dejaba llamarla Katy pero, si lo hacíamos, tenía que ser con acento inglés británico. sonaba algo así como keeitii.  Sonó el timbre e ipso facto y la señorita Katherin entró por la puerta mientras Isabel se marchaba mirándola con retintín puesto que no entendía porque cuando entraba Katy sonreíamos y deciamos -Bieeeen- y después nos callábamos y, sin embargo, con ella decíamos - Vaya tostón- y nos poníamos a hablar. 
 - "Hi guys, today we are going to learn how to use colloquial words".- Y así de la nada, comenzó a hablar sobre su primer día de clase con mister Morrison a quien le saludaron de un modo muy cotidiano cuando entró en la 
clase porque era tan jóven que se pensaron que era un nuevo compañero. Sabes Dani, me hubiera gustado que, al llegar a casa,  te hubiera contado una historia más de la señorita Katherin de quien estabas enamorado por lo divertida que era. Recuerdo que siempre quisiste tenerla como tutora. Ahora, ya nunca podrá enseñarte inglés ni contarte toda su graciosa vida en Nebraska.

domingo, 4 de septiembre de 2011

Cambios

2. Darkness but then, a little sunshine
Intro capítulo: tras dos meses repletos de juicios y agonías, mi tía Mónica ganó felizmente mi custodia. Aunque la quería mucho y solía pasarlo muy bien, las cosas ennegrecieron en mi vida y ya, estar con ella no era, precisamente divertido, ya nada era divertido.

Papá, mamá, Dani. ¿Alguna vez habéis querido a alguien, y luego se te ha escapado de las manos? ¿Alguna vez habéis deseado la muerte? No lo sé. Me encantaría que me pudierais responder estas preguntas. Pero ya hace dos meses que no sé nada de vosotros, ¿aún me recordáis? ¿aún soy vuestro pequeño angelito?Me reitero, no lo sé. Yo estoy bien, os respondería si aún estuvierais aquí. Toda mi felicidad escondida tras una mirada sin sentimientos para no daros más preocupaciones. Dani, ¿qué hacen tus calcetines debajo de mi almohada? Te iría gritando por toda la casa. Ahora ya es un hábito, es mi culpa. Siempre los pongo ahí, sigo sin saber por qué. Antes, cuando estabais aquí pensaba que lo sabía todo. Ahora, siento que no sé nada.  ¿Soy una completa ignorante? Simplemente, me faltan palabras para hablar. Ya no soy Selena. De hecho ya ni mis queridas amigas me llaman así. Mientras me ven por los pasillos del instituto, me pregunto, si de verdad se acuerdan de mí, de todo lo que he pasado. Igualmente, no quiero que nadie sienta pena de mí. Hay mucha gente que necesita más atención. El otro día, en los baños, escuché hablando a dos chicas de primero. Maldecían a su familia y a sus hermanos pequeños. ¿De verdad saben lo que están haciendo, lo mucho que sufrirían si sus maldiciones se hiciesen realidad y ellos ya no les mimaran, les comprara esas BlackBerrys, esos Ipod, o los viajes en Yate? Nadie. Eso era lo que parecía ser yo. Ocupaba el aire y un asiento en clases en las que casi no prestaba atención, en exámenes en los que ya ni escribía mi nombre. Mirada al frente, pies cruzados, boli en mano. Horas y horas. Días y días. Varios psicólogos me habían intentado ayudar. Incluso los médicos me habían mandado anti-depresivos. Nada. Ya no quedaban rallos de esperanza. Era eso que ocupaba, aire. Fui a clase otra vez. Esta vez me tocaba con la señorita Jennette. Seguí con mi rutina. Libreta y boli en la mesa, mirada al frente. Silencio. 
-¿Selena, puedes decirme cual es el recorrido de esta parábola?- No salía de mi asombro, ¿qué se suponía que era una parábola? ¿Ese dibujo con forma de tristeza que estaba situado en la pizarra?
-No lo sé, señorita Jennette.- Suspiré mirándola a los ojos mientras volvía a mirar hacia el frente.
- Selena, escúchame. ¿Sabes acaso de que estoy hablando?- No respondí. 
- Es menos infinito a más infinito, señorita.- Soltó una voz conocida. Me volteé. Era Raquel. Cómo le había crecido el pelo en estos últimos meses. Se me ocurrió mirar hacia la clase. Ahí estaba Leo, mandándole cartitas a Alexa y Zooey estaba a mi lado. ¿Desde cuándo era rubia? Hace dos meses me hubiera gustado que la señorita Jennette la hubiera puesto a mi lado en clase para mandarme notitas con ella. Ahora, francamente, me daba tanto que igual si estaba ella o Dara, la pija de mi clase. 
- Raquel , no te he preguntado a tí. Tienes un negativo por responder cuando le tocaba a tu compañera. ¿No habéis aprendido nada sobre el respeto durante toda vuestra vida?-Soltó con tono arrogante. 
-En cuanto a tí, Selena. Acompáñame a fuera. 
Habiendo estado lejos de aquellos adolescentes locos aún se escuchaban sus gritos. La profersorra me cogió de los brazos y me zarandeó.
- Selena,¿estás ahí?
-No. - Negué con tono seco.
- ¿No crees que es hora de pasar página? Mira, hace una semana murió mi madre y, me está costando superarlo. Pero sigo aquí. Doy mis clases. Me preocupo por que haya felicidad en mi corazón.
Felicidad, ¿qué era eso? ¿Cómo se sentía uno cuando había felicidad en su vida?
- Me encantaría que me definiera la palabra felicidad. 
- Satisfacción, gusto, estar contento. 
-Ah, está bien eso. Señorita, ¿conoce usted la legalidad de armas de fuego para menores? ¿ O, en qué países  se permiten a adolescentes de dieciséis años usarlas?
- Es muy triste que preguntes eso.- Dijo asombrada.
- ¿Sabe usted que es triste? Que tus padres y tu hermano se mueran cuando ni si quiera tu hermano ha pasado los diez años de edad. Que tu tía te cuide y te quedes a dormir en su casa todos los días. Que antes me lo pasara bien con ella y ahora tenga que ver su cara de desepción mientras que ve que no pruebo ni un poco de pisto, lo que ella asegura que siempre fue mi comida favorita. Que suspendas todos los examenes. Que se te ocurra leer una pregunta y no entiendas ni lo que te dice cuando, hace unos meses, tenías una media de 8´7 en cada asignatura. Eso es triste al igual que es triste que tu amiga Zooey lleve no se ni cuanto tiempo sentada a tu lado y ni te hayas enterado de que está ahi o de que ahora es rubia cuando antes tenía y  un pelo castaño oscuro brillante y sedoso, tu amiga Raquel se ría de tí en tus narices porque no sabes ni lo que significa parabolismo o que Alexa se cartee con el chico que fue tu amor platónico durante los dos últimos años. Eso es tristeza. Ahora, si me disculpa me gustaría que cerrara la boca, le entrarán moscas. - Derrepente   sentí que me quería reír por haberle dicho eso a mi profesora y sonreí. 
- ¿Te sientes mejor? 
- Sí, gracias. 
- No es nada te has desahogado. Ahora, si no quieres hacer el ridículo delante de tus compañeros entra ahí. Lo próximo que tienes que responder es de menos cinco a infinito. Esta tarde me pasaré por tu casa y te explicaré todo lo que hemos dado en matemáticas estos últimos dos meses. Me informaré de lo que hayan dado los demás profesores en sus asignaturas e intentaré explicartelo. Solo si quieres y me prometes que me atenderás y estudiarás a partir de ahora. No te pido que estudies tanto como antes pero sí que apruebes todos los exámenes. Ah, por cierto. Se dice parábola no parabolismo 
- Lo prometo. Gracias señorita Jennette, de verdad.Usted sabe como sacarme de quicio.- Le sonreí y volví a entrar en clase.